30.3.05

ajedrez virtual (Gabriel Lyonnet)

Terminé de leer la novela. Le pegué un primer tironazo de cien páginas el primer día y caí después en el pozo de la "Descomposición". Y ayer, finalmente, liquidé las últimas ochenta páginas.
En realidad, la propia intriga me llevaba a seguir leyendo, y eso estaba bueno para ir descubriendo qué iba a pasar. Pero lo que más quería era ver Montevideo y escuchar lo que la novela tenía para decir. Al final tuve un buen rato de Montevideo y escuché muchas cosas.
Me gustó que apareciera lo del juego de ajedrez. Porque me iluminó y me dio conciencia de lo que es el juego en particular, además que venía bien para el rollo con Rodi, por aquello de tener que pensar, adelantarte a tantas jugadas como sean posibles para vencer.
* enviado por Gabriel Lyonnet

29.3.05

rápida, ágil, veloz (Gustavo Álvarez Núñez)

Me zambullí en la novela y la terminé casi llegando a Buenos Aires en el Buquebús. Era verdad: es rápida, ágil, veloz. Los personajes, y las historias que los unen y los separan, están bien. La intriga y la vóragine narrativa se la super bancan. Me hacen un poco de ruido las novelas de fans de rock. Pero me la banqué. Digo, la incursión de canciones preferidas, tipo top 5, etcétera. Después la sigo.
* enviado por Gustavo Álvarez Núñez (escritor y periodista)

28.3.05

el blog crece (Pilar Chargoñia II)

Estuve leyendo el blog con atención. Está crecieeeeendo... El de Dani U es el mejor comentario, de esos que valen la pena, simplemente porque profundizan un poquito. Sin embargo, queda mucho aún por decir de la novela. Lo de Carina B es para contestarle -se lo merece, porque es otra lectura atenta, a su manera-, que la intención no fue "divertir" sino que fue... otra. En todo caso, que lo averigüe... La mayoría de los comentarios dejan mucho que desear (¿qué está pasando con la cultura uruguaya?)... pero los de Gustavo V me gustaron y divirtieron, aunque los reparos que le planteás de tu parte son justos.
Vi El exilio según Nicolás en librería Yenny, el domingo pasado, colocado en el el primer stand, de espaldas a la entrada. Es buena señal... Acepto encantada que me prestes Miss Tacuarembó, tengo que leerla, y como lectora complusiva (pero selectiva, ojo, que los años no llegan solos) te la devolveré en el mínimo-mínimo de tiempo.
* enviado por Pilar Chargoñia

26.3.05

desde lejos (Jorge Majfud)

Felicitaciones por tu última novela. No he podido leerla aún, por la distancia, pero te deseo lo mejor. He leído algo en El País, por Internet, pero esas páginas están muy restringidas.
Jorge Majfud (escritor)

21.3.05

un blog sordo y solitario (Dani Umpi)

Durante los días en que leí la novela -podría decir horas porque, gratamente, la lectura se me hizo muy rápida, toda una virtud del escritor- nunca pude imaginarme la vida del chico en Tres Cruces. Me lo imaginaba siempre encerrado en Ejido y Colonia. No sé por qué. El otro día pasé por ahí y un chico, más o menos de la edad de Nicolás, le tiraba la llave a una chica demasiado atractiva y sexy -en realidad parecía una puta- para que abriera ella la puerta de abajo. O sea que yo no debía estar muy equivocado. Nicolás perfectamente podría vivir en esos apartamentos. Incluso podría vivir en el mío, conmigo, ya que suelo llevarme a la perfección con ese perfil. No sé si el psicótico sería yo, o él; probablemente los dos.
En ningún momento me identifiqué con el personaje; tal vez sí con su lenguaje y algunas expresiones, pero nada más, ni siquiera su gusto musical, aunque casi todo el día escucho Suede. No lo escucho porque me guste demasiado, sino porque mi compañero de apartamento realmente es fanático de ese grupo, como el personaje. No voy a repetir lo que ya dije ni hacer deduciones obvias. No vivo con Nicolás. Faltaba más. Es raro que no me haya identificado en lo más mínimo porque suelo transferirme y proyectarme mucho en todo lo que leo, pero Nicolás tiene algo como de amigo, como de la gente con la que suelo relacionarme, o solía relacionarme hace unos años. Lo que significa que tampoco sé demasiado de la gente que me rodea, si sigo los parámetros de la novela; pero no voy a jugar al psicólogo conmigo ahora, que para eso tengo mi propio psicólogo, lacaniano y todo, como debe ser.
La novela tiene cosas que me gustan mucho -todo lo de las cucarachas, por decir algo- y personajes que no me gustan en lo más mínimo, lo cual no es un defecto, sino un acierto. Al principio me confundí mucho con los nombres, todos los personajes que rodeaban a Nicolás me parecían iguales e intercambiables. Inmediatamente temí que eso era un defecto de la novela, pero luego me di cuenta que esa era la gracia, la confusión. Uno podría ser el otro. Lógica de chats. Me encantaron esos chats porque es como lo que yo curtía hace años. Me siento viejo, pero es así. Yo soy de la generación MIRC, por si no se dieron cuenta. Solíamos tener esos diálogos, como haciéndonos los interesantes. Muy parecidos. Ahora lo primero que te preguntan son las medidas. Antes el chat no cumplía una función específica y en canales de levantes uno podía pasar un tiempo divagando, haciendo sociabilidad, haciendo amigos y cosas que ahora son impensables y ridículas. Más que un chat el libro de Peveroni es como un gran blog, sin participación de terceros. Un blog sordo y solitario, como se torna en un momento el chat, en el que el pibe queda hablando solo y enumerando las cosas que lo rodean (una parte excelente). Tiene ese tipo de narración y eso lo vuelve un libro que testimonia, sin pretenderlo, una época.
Un libro así sólo podría escribirse ahora, por eso no es un insulto decir que este libro es “moderno”. Porque lo es. Tiene cosas muy generacionales y no solamente por las referencias musicales que sitúan a la perfección al personaje dentro de una clase media alta uruguaya semi-intelectual-ondera que disfrutó a pleno los noventa. Todos esos discos que nombra suelen estar en las estanterías de gente que conozco. Después de eso nadie compró más discos. Todo se bajaba de Internet y se grababan en Cds genéricos que se pudrieron a los tres años; o sea que toda esa música es la previa al “bache”. No sé si me explico; son teorías que he inventado y que no he profundizado aún. Lo de la peste en Uruguay es una idea fantástica, pero un tanto peligrosa, podría gastarse inmediatamente, sobre todo si tiene tanta relevancia en la anécdota, pero Peveroni MAGISTRALMENTE (en mayúscula a propósito) no se inunda en sus propios pantanos, sino que sale a flote de contínuo, manejando esa idea buenísima en su justa medida. La peste avanza rápidamente sin que sepamos cómo, es como una especie de tsunami del que sobreviven los que están encerrados en un apartamento alto como el de Nicolás. Su afán de enredarse afectivamente con mujeres levemente histéricas y manipuladoras a la distancia, que se confunden con su madre y otros amigos, minimizan todo ese supuesto odio por el mundo y todo lo que lo rodean, evidenciando un deseo oculto (a mi entender) de continuar siendo controlado. O sea, se aisla para que lo encuentren. La novela nunca evidencia eso, pero mi fantasía sí. El personaje de la chica que conoce desde la ventana y se va a vivir con él no me gustó para nada, pero está muy bien en la novela. Cierra muchas cosas, suaviza las tensiones constantes de las Vidas Cruzadas y sus personajes estereotipados que en seguida muestran la hilacha.
Una novela muy buena desde todo punto de vista, sobre todo formalmente, algo que es difícil ver hoy en día. ¡La recomiendo!
* enviado por el parapentista Dani Umpi, autor de la novela Miss Tacuarembó

20.3.05

en la página doscientos (Matilde Campodónico)

La novela recién la empecé ayer, pero estoy alcanzando la página 200 -en este momento- y lo que se me ocurre es mandarte una imagen de Montevideo en "aquellos" días.
* enviado por Matilde Campodónico

19.3.05

crítica en el país cultural (por Carina Blixen)

reseña crítica de la novela, publicada el viernes 18 de febrero, en el semanario El País Cultural de Montevideo.

18.3.05

causalidades (Willy Baltar)

Me gustó que tu novela comience con la cita de Raúl, lo de los hombres se parecen demasiado a su última casualidad. Aún no la terminé de leer. Después te cuento.
* mensaje de Willy Baltar

yo ya voy (Sol Díaz)

Todo el mundo me dice que el libro está buenísimo. En cuanto me asiente, lo leo.
* enviado por Sol Díaz

17.3.05

cibercultura y otras resistencias (Eduardo Becerra)

Acabo de recibir El exilio según Nicolás, y viene muy bien, pues estoy trabajando sobre el tema de de la cibercultura y la narrativa hispanoamericana. Ya te contaré. Aprovecho para enviarte una copia de la reseña que salió en Lateral, en el número de marzo, sobre la antología Pequeñas resistencias.
* enviado por Eduardo Becerra (Universidad Autónoma de Madrid)

11.3.05

códigos de honestidad (Pilar Chargoñia)

No pertenezco a la generación de los treintaypico. Soy inmune a la música en general, con la leve excepción de algunos, qué horror, boleros. No juego al ajedrez. No me gusta el chat. Ya emigré por unos cuántos años y regresé al país; y nunca sentí el desamparo existencial del modo cínico y autodestructivo con que lo vive el personaje Nicolás...
¿Qué es entonces lo que me llega de esta novela como para recomendarla a la gente que quiero? El tema principal y la estructura narrativa. En primer lugar, es una novela para treintañeros con nivel universitario, munidos de una cultura media que les permita interpretar los mensajes subliminales, los interlineados, lo no dicho, con la mente abierta y sin prejuicios. Lo que veo allí plasmado como tema principal es la crisis de los treinta años de la generación actual; no particularmente de la uruguaya, aunque se manejen los códigos locales de comunicación.
La estructura de El exilio según Nicolás es fuerte. Una primera parte de juego de luces y sombras, de quién es quién, de misterio a resolver, de casi novela negra, de alta tensión narrativa, de humor cínico. Una segunda parte con quiebre hacia la introspección del personaje, desde su honestidad más profunda, su esencia humana: lo que soy y lo que puedo ser; los valores que perviven en mí a pesar del caos, aquellos que no puedo plantearme a diario para no enloquecer; lo que quiero para mi vida y lo que debo querer para ser feliz. Una tercera y última parte donde el amor y reencuentro finales no son de novelita rosa, aunque tenga todos los datos para parecerlo. Es un final de náufrago agarrado a la única tabla de salvación posible, la que le permite olvidar el odio momentáneamente; un final de rutina, casi; aunque de rutina salvadora, una reintegración al yo y a los otros que aceptan mi yo.
El final-final: el protagonista puede decir, al fin, este soy, me conozco un poco más y me acepto, como siempre, a medias. Pero... He aquí lo que de verdad me importa, sin buscarle a la novela los elementos extraliterarios que nunca deberíamos exigirle, el registro semántico logrado a base de un estilo impulsivo pero fuertemente intelectual y de un lenguaje directo y evasivo a la vez, valgan las paradojas: el autor dice lo que quiere decir sin anzuelos político-literarios. Aquí, en este país donde todo debe ser blanco o negro, donde "¿cómo es posible que no te la juegues?" o "¿acaso no tenés convicciones?". Las tengo, dice uno, ¿qué sabés vos?, pero son más grises, más ricas y más inoportunas de lo que te puedas imaginar. Ese es su valor, no la historia que cuenta, la que tantos se engancharán a describir, sino la postura de un autor que dice: 'mirá, no me interesa qué cosas suenan políticamente correctas aquí y ahora, esto es lo que tengo para decir'.
Honesty... Esto es literatura, guste o no. Felicitaciones por esta forma de ver el-mi-tu mundo. No estás solo.
* enviado por María del Pilar Chargoñia Pérez (Correctora de estilo)

3.3.05

lectura de autoexilio (Alicia Garateguy II)

¡Terminé! ¡Qué buena tensión! Si querés, como mi opinión, podés poner algo así: "No querer parar de leer lleva al autoexilio. El libro nos vuelve lectores inocentes y enfermizos, mientras jugamos placenteramente con él".
* enviado por Alicia Garateguy

1.3.05

crítica en brecha (por Matías Castro)

publicada el 25 de febrero de 2005 en semanario Brecha, bajo el curioso título La crisis según Peveroni.

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