11.3.05

códigos de honestidad (Pilar Chargoñia)

No pertenezco a la generación de los treintaypico. Soy inmune a la música en general, con la leve excepción de algunos, qué horror, boleros. No juego al ajedrez. No me gusta el chat. Ya emigré por unos cuántos años y regresé al país; y nunca sentí el desamparo existencial del modo cínico y autodestructivo con que lo vive el personaje Nicolás...
¿Qué es entonces lo que me llega de esta novela como para recomendarla a la gente que quiero? El tema principal y la estructura narrativa. En primer lugar, es una novela para treintañeros con nivel universitario, munidos de una cultura media que les permita interpretar los mensajes subliminales, los interlineados, lo no dicho, con la mente abierta y sin prejuicios. Lo que veo allí plasmado como tema principal es la crisis de los treinta años de la generación actual; no particularmente de la uruguaya, aunque se manejen los códigos locales de comunicación.
La estructura de El exilio según Nicolás es fuerte. Una primera parte de juego de luces y sombras, de quién es quién, de misterio a resolver, de casi novela negra, de alta tensión narrativa, de humor cínico. Una segunda parte con quiebre hacia la introspección del personaje, desde su honestidad más profunda, su esencia humana: lo que soy y lo que puedo ser; los valores que perviven en mí a pesar del caos, aquellos que no puedo plantearme a diario para no enloquecer; lo que quiero para mi vida y lo que debo querer para ser feliz. Una tercera y última parte donde el amor y reencuentro finales no son de novelita rosa, aunque tenga todos los datos para parecerlo. Es un final de náufrago agarrado a la única tabla de salvación posible, la que le permite olvidar el odio momentáneamente; un final de rutina, casi; aunque de rutina salvadora, una reintegración al yo y a los otros que aceptan mi yo.
El final-final: el protagonista puede decir, al fin, este soy, me conozco un poco más y me acepto, como siempre, a medias. Pero... He aquí lo que de verdad me importa, sin buscarle a la novela los elementos extraliterarios que nunca deberíamos exigirle, el registro semántico logrado a base de un estilo impulsivo pero fuertemente intelectual y de un lenguaje directo y evasivo a la vez, valgan las paradojas: el autor dice lo que quiere decir sin anzuelos político-literarios. Aquí, en este país donde todo debe ser blanco o negro, donde "¿cómo es posible que no te la juegues?" o "¿acaso no tenés convicciones?". Las tengo, dice uno, ¿qué sabés vos?, pero son más grises, más ricas y más inoportunas de lo que te puedas imaginar. Ese es su valor, no la historia que cuenta, la que tantos se engancharán a describir, sino la postura de un autor que dice: 'mirá, no me interesa qué cosas suenan políticamente correctas aquí y ahora, esto es lo que tengo para decir'.
Honesty... Esto es literatura, guste o no. Felicitaciones por esta forma de ver el-mi-tu mundo. No estás solo.
* enviado por María del Pilar Chargoñia Pérez (Correctora de estilo)

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