25.7.05

reality chat (R.C.)

Entretenida, contemporánea, sutil, reflexiva. Esta novela muestra de lo que es capaz la nueva narrativa hispano americana, no sólo rioplatense sino glocal (global y local). Una narrativa diferente en concepción e intenciones del llamado “boom” y del “post boom”, no por oposición mecánica, contestataria y simple, sino por elección e imperio de la fuerza de los tiempos.
Si la escritura de Peveroni se podría insertar en la que ha sido dada en llamar “cultura del malestar”, es al mismo tiempo un punto de partida por entero diferente: Montevideo, la capital más austral del mundo, es amenazada por una peste que desciende desde el Norte, una crisis económica brutal azota lo que otrora fuera la taza del Plata (cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia). La peripecia y agilidad reinauguradas con un oficio por demás diestro. No es extraño que el autor sea uno de los más destacados autores teatrales de estas latitudes.
Nicolás, el protagonista, no emprende el consuetudinario camino de la emigración económica o la protesta política, tampoco se encierra en sí mismo, como un cuitado Werther del neo romanticismo, post Goethe, trasnochado en los mares del sur. Opta por otra cosa, que hubiera agradado sin duda al maestro fundacional de Onetti, al argentino admirado por Piglia, Roberto Arlt: el personaje se mete en el universo (¿virtual?) de la informática, en el laberinto de las redes invisibles pero reales, en la comunicación asidua y febril, donde se crean y se deshacen vínculos, donde crecen y declinan pasiones cuya carga reflexiva no es jamás explícita, sino que se presenta al alcance de la mano, velada de mil maneras, para el que quiera asirla con inteligencia.
El alcance deontológico, como suele suceder en la nueva producción ficcional latinoamericana, es dejada con absoluta libertad en manos del lector. Mientras sus padres han emigrado, mientras sus allegados optan por Miami u otros destinos, Nicolás inventa, decide, funda como un máximo hacedor, un exilio nuevo, un exilio distinto, absolutamente inesperado, para nada convencional: el exilio in situm. Se encierra en su casa, dentro de la ciudad y se aboca a una frenética comunicación informática, a un verdadero reality chat que lo conducirá por caminos desopilantes y trágicos.
Cerca de los españoles Ray Loriga y Benjamín Prado, cerca de los chilenos auto exilados Roberto Bolaño (Premio Rómulo Gallegos) y Alberto Fuguet, planteando un cierto parentesco con el boliviano radicado en Estados Unidos, Edmundo Paz Soldán (autor de la novela Sueños digitales, otra obra literaria que toma como punto de partida las llamadas nuevas tecnologías), Peveroni se erige como un original hacedor de una historia, y de una serie de historias subsidiarias que plantean el ejercicio de la mejor literatura en tiempos arduos, raros. En estos tiempos.
Entretiene, claro. Y, por si fuera poco, hace pensar.
* enviado por R.C.

14.7.05

ni triunfal ni rosa (María Esther Burgueño)

Tengo la sensación de que hay como una percepción de la novela que arma cada lector, de acuerdo con sus vivencias... Como siempre, bah. En lo personal, la experiencia del "insilio", ese término tan uruguayo, me resultó muy intensa. Creo que el narrador protagonista ha hecho una elección, como las que hicimos todos en la dictadura. Cuando un país es asolado por una peste, uno puede buscar las geografías de escape o desterrarse en su adentro. Comparto las referencias a Kafka que se hacen -un Kafka cibernético, por cierto-, pero me sentí más próxima a Levrero que, como Nicolás, se había refugiado en su adentro y tejía un juego infinito desde el laberinto de la red de redes. Como un solitario minotauro en su refugio (por algo el e-mail de Levrero era "asterión").
Nicolás inventa un juego, pero como en toda la literatura contemporánea los juegos son metáforasde la vida. Así la rayuela o el final del juego o el ajedrez. Sólo que hoy los hombres no leen su destino en una baraja, o en una pieza, sino que aislados y comunicados se entrecruzan. Esa es, a mi juicio, la metaforía central. Uno puede y debe aislarse en su juego, pero también puede y debe tentar diferentes identidades, porque quizás como Pessoa, uno se mira al espejo un día de marzo de 1914 y descubre que desde allí lo miran otros "yo", que son y no son, uno mismo.
La impronta policial que subyace, no el policial analítico de Poe y sus seguidores, sino un policial más dark, más Chandler, más próximo a la onerosa amenaza de las conjuras y las amenazas metafísicas. La búsqueda de Nicolás, por cierto un nombre con sabor a herejía, está dada en función de la resistencia, de probar cuáles son los límites que soportamos para cumplir con el juego que nos porpusimos. Alguien habla por allí de claustrofobia. Obviamente el encierro la provoca. Pero la salida de Nicolás no resuelve ese tema. Se habla mucho de un final "rosa", pero intuyo que la fe de los que bautizan a su hijo es otro enigma que Nicolás no entiende. Está allí, participa, pero como admirado y secretamnte envidioso de quienes son capaces de concebir una salida. La escena del recital de los Redondos me confirma esta idea: mientras la leía sonaba en mi cabeza: "Un mudo con tu voz y un ciego como yo/ vencedores vencidos". No creo que esto sea muy triunfal.
Cuando vi El hueco, escribí unas líneas para mí que se llamaban "me voy corriendo a ver qué ha escrito en la pared la tribu de tu calle". Creo que hay una lectura estrábica posible en la novela. Por detrás de lo que algunos llaman "final rosa", yo encontré otros modos de la soledad colectiva que, por ejemplo, el indio Solari plasmó como nadie. En fin, eso de "ensayo general para la farsa actua/: teatro antidisturbio". Nicolás sale. ¿Adónde? ¿Para qué?
Nada... estaba pensando... me pareció una novela tan interesante que ya cumplió con su destino histórico.
La presté y ya no sé quién de mis amigos la tiene y la está leyendo. Con admiración y cariño y enorme gratitud por tu esfuerzo constante por darnos a través de la creación un sentido más completo y complejo de lo humano.
* enviado por María Esther Burgueño (profesora)

6.7.05

revista freeway (por Andrea Blanqué)

Reseña publicada en la edición de julio de 2005 de la revista Freeway.

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