14.7.05

ni triunfal ni rosa (María Esther Burgueño)

Tengo la sensación de que hay como una percepción de la novela que arma cada lector, de acuerdo con sus vivencias... Como siempre, bah. En lo personal, la experiencia del "insilio", ese término tan uruguayo, me resultó muy intensa. Creo que el narrador protagonista ha hecho una elección, como las que hicimos todos en la dictadura. Cuando un país es asolado por una peste, uno puede buscar las geografías de escape o desterrarse en su adentro. Comparto las referencias a Kafka que se hacen -un Kafka cibernético, por cierto-, pero me sentí más próxima a Levrero que, como Nicolás, se había refugiado en su adentro y tejía un juego infinito desde el laberinto de la red de redes. Como un solitario minotauro en su refugio (por algo el e-mail de Levrero era "asterión").
Nicolás inventa un juego, pero como en toda la literatura contemporánea los juegos son metáforasde la vida. Así la rayuela o el final del juego o el ajedrez. Sólo que hoy los hombres no leen su destino en una baraja, o en una pieza, sino que aislados y comunicados se entrecruzan. Esa es, a mi juicio, la metaforía central. Uno puede y debe aislarse en su juego, pero también puede y debe tentar diferentes identidades, porque quizás como Pessoa, uno se mira al espejo un día de marzo de 1914 y descubre que desde allí lo miran otros "yo", que son y no son, uno mismo.
La impronta policial que subyace, no el policial analítico de Poe y sus seguidores, sino un policial más dark, más Chandler, más próximo a la onerosa amenaza de las conjuras y las amenazas metafísicas. La búsqueda de Nicolás, por cierto un nombre con sabor a herejía, está dada en función de la resistencia, de probar cuáles son los límites que soportamos para cumplir con el juego que nos porpusimos. Alguien habla por allí de claustrofobia. Obviamente el encierro la provoca. Pero la salida de Nicolás no resuelve ese tema. Se habla mucho de un final "rosa", pero intuyo que la fe de los que bautizan a su hijo es otro enigma que Nicolás no entiende. Está allí, participa, pero como admirado y secretamnte envidioso de quienes son capaces de concebir una salida. La escena del recital de los Redondos me confirma esta idea: mientras la leía sonaba en mi cabeza: "Un mudo con tu voz y un ciego como yo/ vencedores vencidos". No creo que esto sea muy triunfal.
Cuando vi El hueco, escribí unas líneas para mí que se llamaban "me voy corriendo a ver qué ha escrito en la pared la tribu de tu calle". Creo que hay una lectura estrábica posible en la novela. Por detrás de lo que algunos llaman "final rosa", yo encontré otros modos de la soledad colectiva que, por ejemplo, el indio Solari plasmó como nadie. En fin, eso de "ensayo general para la farsa actua/: teatro antidisturbio". Nicolás sale. ¿Adónde? ¿Para qué?
Nada... estaba pensando... me pareció una novela tan interesante que ya cumplió con su destino histórico.
La presté y ya no sé quién de mis amigos la tiene y la está leyendo. Con admiración y cariño y enorme gratitud por tu esfuerzo constante por darnos a través de la creación un sentido más completo y complejo de lo humano.
* enviado por María Esther Burgueño (profesora)

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